
Karl Heinrich Marx (Tréveris, Prusia, 5 de mayo de 1818 – Londres, 14 de marzo de 1883) fue un filósofo, historiador, sociólogo, economista, escritor y pensador socialista alemán. Padre teórico del socialismo científico y del comunismo, junto a Friedrich Engels, es considerado una figura histórica clave para entender la sociedad y la política.
Biografía
Karl Marx fue el tercero de siete hijos de una familia judía de clase media. Su padre, Herschel Mordechai (luego Heinrich) Marx, quien era descendiente de una larga línea de rabinos, ejercía la abogacía en Tréveris, su ciudad natal. Era además consejero de justicia, sin embargo recibió fuertes presiones políticas, por parte de las autoridades prusianas que le prohibieron continuar con sus prácticas legales de acuerdo a su religión y le obligaron a abrazar el Protestantismo para poder mantener el cargo en la administración de Renania. Su madre fue Henrietta Pressburg, nacida en Holanda, sus hermanos fueron Sophie, Hermann, Henriette, Louise, Emilie y Caroline.
Realizó sus estudios de Derecho en la Universidad de Bonn pero los dejó para estudiar filosofía en Berlín. Se doctoró en 1841 en Jena con una tesis titulada Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro. Pronto se implicó en la elaboración de trabajos en torno a la realidad social, colaborando en 1842 junto con Bruno Bauer en la edición de la Gaceta Renana (Rheinische Zeitung), publicación de la que pronto llegó a ser redactor jefe. Durante este período también frecuentó la tertulia filosófica de Los Libres (Die Freien). La publicación finalmente sería intervenida por la censura, y posteriormente, Marx tuvo que marchar al exilio.
El periodo de París
Junto a Ruge funda en París la revista Anales franco-alemanes (Deutsch-französische Jahrbücher), de la que fue director, si bien durante poco tiempo ya que el gobierno francés la cierra por presión del gobierno prusiano. En 1844, en París, Marx conoce y traba amistad con Friedrich Engels, que se convertirá en su principal colaborador y además le ofrecerá en múltiples ocasiones apoyo económico debido a la penuria económica a la que se ve sometida su familia dada la eventualidad de sus ingresos. También conocerá en Francia a otros importantes pensadores socialistas de la época tales como Pierre-Joseph Proudhon, Louis Blanc y Mijaíl Bakunin y al poeta alemán Heinrich Heine. Escribió sus reflexiones teóricas de esa época en una serie de cuadernos de trabajo que póstumamente fueron publicados como los Manuscritos económicos y filosóficos. Por otra parte, el peso político de sus artículos periodísticos le hizo ganar fama de revolucionario, lo que provocó su expulsión de Francia.
El periodo de Bruselas y del Manifiesto
Establecido en Bruselas, funda la Liga de los Comunistas, tras lo cual se declara apátrida, ateo y revolucionario. Tras el periodo revolucionario de 1848 y la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, en coautoría con Engels, se traslada a Colonia, donde organiza un nuevo diario, "Nueva Gaceta Renana" (Neue Rheinische Zeitung). Su nueva publicación alcanza un éxito inmediato, en el contexto de una época de fuerte sentimiento social y compromiso revolucionario. En consecuencia, es prohibido por el gobierno renano.
El periodo de Londres y El Capital
Es ahora cuando Marx se dedica a la escritura de una de sus obras fundamentales, El Capital, que elabora en las salas de lectura del Museo Británico. El primer volumen de El Capital no verá la luz hasta 1867, tras dieciocho años de trabajo.
Además, Marx participó en la fundación y organización de la Primera Internacional (28 de septiembre de 1864), conocida como la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), participando activamente en las discusiones. A él se le encarga la redacción del Llamamiento inaugural de la Internacional y participa en la elaboración de su estatuto y otros documentos. Se entablará a partir de los debates un enfrentamiento entre Marx y Bakunin, que terminará con la expulsión de este último en el Congreso de La Haya de 1872 y la salida de la Internacional de las secciones bakunistas. Estos últimos, reunidos en el Congreso de Saint-Imier (Suiza), no reconocerían los acuerdos de La Haya y refundarían la Internacional.
Tras la derrota de la Comuna de París de 1871, que significó un duro golpe para la Internacional, Marx se retiró de la lucha política y se dedicó a la escritura de su pensamiento. El 14 de marzo de 1883 falleció en Londres.
Vida familiar
Karl Marx se casó con Jenny von Westphalen, hermana del ministro de Interior prusiano, amiga de infancia con la que se comprometió siendo ya estudiante, pero sólo consiguió casarse con ella tras la muerte de los padres de ésta, que se oponían a la relación, y tras conseguir una cierta estabilidad económica (eventual) como director de los "Anales franco-alemanes". Vivieron con fuertes penurias económicas debido a la irregularidad de los ingresos de Marx, a la persecución política (que censuraba y clausuraba las revistas que publicaba) y a tener que mudarse constantemente de país. Marx tuvo con Jenny von Westphalen 6 hijos, en 1849 esperaban ya el cuarto, en 1855 ya habían fallecido tres -Guido, Franciska y Edgar- convulsiones, bronquitis y tuberculosis serían las causas, la pequeña, Eleonora Marx formó parte del movimiento feminista y Laura Marx, se casó con el dirigente socialista francés Paul Lafargue, y se suicidó junto a él en 1911.
Con ellos vivía Helene Demouth, quien les ayudaba en las tareas domésticas y tenía una excelente relación con la familia Marx. Era especialmente cercana a Karl, tanto así, que se supone que tuvo un hijo ilegítimo con ella que fue reconocido por Friedrich Engels como propio para evitar controversias dentro del matrimonio de Karl y Jenny.
Marx tuvo una vida personal dedicada de forma exhaustiva al estudio de las diferentes disciplinas del pensamiento y en especial de la filosofía e historia lo cual implicó que nunca tuviera estabilidad económica; sin embargo, contó siempre con el apoyo fiel e incondicional de su amigo Engels.
Pensamiento
Testigo y víctima de la primera gran crisis del capitalismo (década de 1830 del siglo XIX) y de las revoluciones de 1848, Marx se propuso desarrollar una teoría económica capaz de aportar explicaciones a la crisis, pero a la vez de interpelar al proletariado a participar en ella activamente para producir un cambio revolucionario.
La obra de Marx ha sido leída de distintas formas. En ella se incluyen obras de teoría y crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas, cuadernos de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas de sus obras las escribió junto con Engels. Los principales temas sobre los que trabajó Marx fueron la crítica filosófica, la crítica política y la crítica de la economía política.
Algunos autores pretendieron integrar la obra de Marx y Engels en un sistema filosófico, el marxismo, articulado en torno a un método filosófico llamado materialismo dialéctico. Los principios del análisis marxista de la realidad también han sido sistematizados en el llamado materialismo histórico y la economía marxista. Del materialismo histórico, que sitúa la lucha de clases en el centro del análisis, se han servido numerosos científicos sociales del siglo XX: historiadores, sociólogos, antropólogos, teóricos del arte, etc. También ha sido muy influyente su teoría de la alienación.
Otros autores, entre los que destaca Louis Althusser, argumentan que los escritos de Marx no forman un todo coherente, sino que el propio autor, al desarrollar sus reflexiones críticas sobre la economía política durante la década de 1850, se desembarazó de su propia conciencia filosófica anterior y comenzó a trabajar científicamente. Desde esta perspectiva no existiría una ciencia marxista, sino un científico, Karl Marx, que fue un pionero en la comprensión de los mecanismos fundamentales que rigen el funcionamiento de la sociedad moderna, en especial con su reelaboración de la teoría del valor, y cuya obra cumbre fue El Capital.
Las obras de Marx han inspirado a numerosas organizaciones políticas comprometidas en superar el capitalismo. Por una parte, habría que señalar la interpretación que han realizado los leninistas, partidarios de que una vanguardia del proletariado, organizada en un partido revolucionario, preparado, si es necesario, para trabajar en la clandestinidad, empuje a la clase obrera a hacerse con el poder mediante la fuerza insurreccional de masas, para así derrocar a sus antiguas clases opresoras y dominantes, la burguesía y la aristocracia, expropiándolas de su control sobre el aparato de Estado y los medios de producción, y procediendo a la construcción de un Estado obrero que, además de instituir a aquélla como clase dominante, le permita avanzar hacia el socialismo —sociedad altamente igualitaria y solidaria, sobre la base de la democracia obrera y la propiedad social sobre los medios de producción, y un fuerte desarrollo productivo y cultural, con una economía planificada capaz de suplir holgadamente las principales necesidades mayoritarias— y la desaparición de la división de la sociedad en clases, hasta llegar al comunismo —sociedad sin clases sociales y sin Estado, basada en un altísimo nivel de civilización—.
Por otra, la que realiza la socialdemocracia, en sus orígenes contraria a la táctica revolucionaria y partidaria de avanzar hacia el socialismo a través de progresivas reformas parlamentarias (hay que decir que la mayoría de partidos socialdemócratas han ido poco a poco reformando sus planteamientos, hasta aceptar la economía de mercado). Otros teóricos, como los del comunismo consejista son partidarios de la toma del poder por parte de la clase obrera autoorganizada y no por parte de un partido.
Ideas filosóficas
Durante su juventud, y mientras se formaba en filosofía, Marx recibió la influencia del filósofo alemán predominante en Alemania en aquel tiempo, Hegel. De este autor tomó el método del pensamiento dialéctico, al que, según sus propias palabras, pondría sobre sus pies; significando el paso del idealismo dialéctico del espíritu como totalidad a una "dialéctica del devenir constante" donde la síntesis, a diferencia de Hegel, no había sido realizada. Además, sigue utilizando el método dialéctico para analizar las contradicciones en la historia de la humanidad y, específicamente, aquella entre el capital y el trabajo.
Una interpretación sobre el desarrollo de la obra de Marx, proveniente del francés Louis Althusser, considera que los escritos de Marx se dividen en dos vertientes. Esta interpretación es relevante en la exegética marxista, pero a la vez es muy polémica y pocos autores la mantienen al día de hoy. Althusser encuentra dos etapas:
1 - Marx joven (hasta 1845) período en que estudia la alienación (o enajenación) y la ideología, desde una perspectiva cercana al humanismo influida en gran parte por la filosofía de Ludwig Feuerbach.
Marx se pregunta y contesta en sus Manuscritos de 1844:
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.
Paralelamente a estas ideas describe al hombre con diversas concepciones: lo considera un ser real de carne y hueso; es únicamente el resultado de la historia económica, un predicado de la producción de la misma.
Piensa que el hombre se realiza modificando la naturaleza para satisfacer sus necesidades en un proceso dialéctico en que la transformación de agente y paciente es transformación mutua. La autogeneración del hombre es un proceso real, histórico – dialéctico, entendiéndose la dialéctica como proceso y movimiento a través de la superación sintética de las contradicciones.
Cuando Marx habla de 'realidad' hace referencia al contexto histórico social y al mundo del hombre. Asegura que el hombre es sus relaciones sociales.
Para Marx, lo que el hombre es no puede determinarse a partir del espíritu ni de la idea sino a partir del hombre mismo, de lo que éste es concretamente, el hombre real, corpóreo, en pie sobre la tierra firme. El hombre no es un ser abstracto, fuera del mundo sino que el hombre es en el mundo, esto es el Estado y la sociedad.
La libertad, la capacidad de actuar eligiendo, está limitada a las determinaciones históricas, pero es, al mismo tiempo, el motor de aquéllas cuando las relaciones sociales y técnicas entran en crisis.
Dios, la Filosofía y el Estado constituyen alienaciones en el pensamiento, alienaciones dependientes de la alienación económica, considerada para Marx única enajenación real.
En líneas generales, Marx defiende la idea de que la alineación empobrece al hombre sociohistórico negándole la posibilidad de modificar aspectos de los ámbitos en los que se ve involucrado, provocándole una conciencia falsa de su realidad. Sin embargo, éste es un hecho que puede suprimirse.
Políticamente, el pensador alemán aboga por una sociedad comunista. Entre el hombre alienado (aquel que no coincide consigo mismo) y el hombre comunista (aquel que finalmente es igual a hombre) se coloca el proceso transformador. Sólo en la sociedad comunista habrá desaparecido toda alienación.
2 - Marx maduro (1845-1875): Según Althusser, 1845, el año de La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach, marca la ruptura epistemológica (concepto tomado de Gaston Bachelard). A partir de la cual Marx rompe con su etapa anterior, ideológica y filosófica, e inaugura un período científico en el cual desarrolla estudios económicos e históricos usando el método del materialismo histórico. Como diría Althusser, Marx inaugura el continente historia.
Este es, eminentemente, el período de su magna obra: El capital. Crítica de la economía política. No hay que olvidar, por otro lado, los textos de los que esta obra surge: la Contribución a la crítica de la economía política (que dará material para el primer capítulo de El capital) o los Grundrisse, cuyo tardío descubrimiento dio mucho que hablar sobre las continuidades de Marx con su primera etapa, y proporcionó de argumentos a los críticos de la ruptura epistemológica. Durante su etapa de madurez, la obra de Marx se vuelve más sistemática y surgen sus conceptos económicos más destacados: la teoría del valor, la explotación como apropiación de plusvalía, o la teoría explicativa sobre las crisis capitalistas.
Sin embargo otros autores, incluido Erich Fromm, niegan la "ruptura epistemológica" y sostienen que la idea de enajenación es la fundamental durante todo el pensamiento de Karl Marx. Más cercanos al humanismo, no consideran que haya un jóven y un viejo Marx y reivindican la continuidad de su obra alrededor de un concepto del hombre y su enajenación en el capitalismo.
Críticos de Marx
La importancia de Karl Marx en el panorama intelectual y político del siglo XIX, y de su legado en el siglo XX, han provocado numerosas críticas a su obra y su persona. En el siglo XIX, las principales críticas provenían de intelectuales y organizaciones del movimiento obrero que sostenían posturas políticas distintas a las de Marx. Entre otros, Bakunin, anarquista y rival en la inspiración de la Internacional, consideraba autoritario a Marx.
Durante el último tercio del siglo XIX y, sobre todo durante el siglo XX, la fuerza del marxismo en los ambientes intelectuales y organizaciones políticas de todo el mundo hizo que numerosos pensadores conservadores y liberales intentasen refutarlo. Algunas críticas se centran en elementos concretos de la obra de Marx, mientras otras se oponen a alguna de las versiones del canon marxista elaborado por las organizaciones políticas y los intelectuales socialistas o comunistas.
Poco después de la muerte de Marx, el economista austríaco Böhm-Bawerk publicó varios ensayos sobre el subjetismo del valor, entre ellos Karl Marx and the Close of His System, de 1896, donde consideraba refutar El Capital y la teoría del valor-trabajo marxista, en tanto que teorías del campo de la economía. Ya en el siglo XX, una de las críticas más influyentes ha sido la de Karl Popper. En La sociedad abierta y sus enemigos analizó lo que llama 'profecías' marxistas, supuestamente desmentidas por la historia. Popper escribió también un ensayo crítico con las pretensiones del marxismo como ciencia de la historia, considerando que incurre en lo que llama 'historicismo'.
En el plano de la crítica personal, el historiador Paul Johnson dedica a Marx un capítulo de Intellectuals, un libro en el que resalta la mezquindad personal de muchas otras luminarias intelectuales
Manifiesto del Partido Comunista
El Manifiesto del Partido Comunista (Manifest der Kommunistischen Partei, por su título en alemán) es una proclama encargada por la Liga de los Comunistas a Karl Marx y Friedrich Engels en 1847 y publicado el 21 de febrero de 1848.
Relevancia histórica
En 1842, a la edad de 24 años, Marx dirigía un periódico llamado “La Gaceta Renana”, que se editaba en la ciudad de Colonia. Friedrich Engels, hijo de una acaudalada familia de industriales, tenía entonces 22 años y enviaba colaboraciones desinteresadas a este periódico. Por aquellas fechas, la familia de Engels decidió enviarle a estudiar y a dirigir los negocios familiares a la ciudad inglesa de Manchester, que era entonces el centro del capitalismo mundial. Aprovechando el viaje, Engels se pasó por Colonia en septiembre de 1842, pero Marx casi no lo atendió, ya que sospechaba que sus desinteresados artículos y su presencia en el diario, eran una maniobra de la policía para infiltrar un espía en la redacción. Engels siguió camino de Manchester, desde donde continuó enviando colaboraciones, hasta que el gobierno prohibió la publicación de La Gaceta Renana. Marx se fue a vivir a París, y ambos, uno en Inglaterra y el otro en Francia, entraron en contacto con una organización obrera secreta llamada, La Liga de los Justos. Engels a su regreso a Alemania, se pasó por París en 1844 para ver a Marx, que ya se había convencido de que Engels no era ningún espía de la policía. En París comprobaron, que habían llegado de forma independiente a las mismas conclusiones teóricas. Deseando difundir sus ideas entre los obreros, decidieron explicar sus puntos de vista a los miembros de la Liga de los Justos. A principios de 1847, un representante de la liga les indicó que casi todos los miembros de la organización estaban convencidos de que sus planteamientos teóricos eran correctos, y les pidió que ingresaran en esta para defenderlos ellos mismos en el próximo congreso. La liga aprobó los planteamientos políticos de Marx y de Engels, y pasó a llamarse Liga de los Comunistas. Asimismo, se encargó a Marx y a Engels, que redactaran un manifiesto que contuviera las principales ideas comunistas adoptadas por la liga. Engels empezó el trabajo con una obra en forma de catecismo, titulada Principios del Comunismo, pero este trabajo fue abandonado posteriormente. Marx y Engels ayudados por Jenny Von Westphalen, la esposa de Marx, consiguieron dar a la imprenta El Manifiesto Comunista en febrero de 1848, exponiendo por primera vez al público el pensamiento de Marx y Engels de forma escrita.
El Manifiesto Comunista es considerado uno de los tratados políticos más influyentes de la historia.
Este Manifiesto, del que son especialmente famosas las frases de principio y final (Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo y el lema ¡Proletarios de todos los países, uníos!, respectivamente), favoreció una gran revolución social y política y fue la base ideológica del movimiento obrero internacional y del proceso revolucionario ruso, que culminó en 1917 con la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Contenido y estructura
El texto del Manifiesto describe sucinta y explícitamente los principios de la teoría marxista del materialismo dialéctico y anuncia los propósitos y el programa de la Liga. Sugiere un curso de acción para una revolución proletaria que derrocaría el capitalismo e instauraría una sociedad sin clases.
Está estructurado en cuatro grandes capítulos:
Burgueses y proletarios. En este apartado introductorio, desarrolla la idea de que la historia del mundo se basa en la lucha entre opresores y oprimidos, y concibe el modelo social de entonces como un espacio de enfrentamiento entre la burguesía, obligada a revolucionar constantemente los medios de producción para su propia supervivencia; y el proletariado, que aprovechará los cambios desencadenados por el capital para volverse contra él y derrumbar el orden capitalista.
Proletarios y comunistas. Los autores identifican el proyecto comunista de la Liga con los intereses del proletariado internacional, de forma que define el comunismo como la ideología obrera final o vanguardia proletaria. En este apartado desarrolla propiamente el programa del comunismo y rebate las críticas que se vierten contra el proyecto comunista. Así, establece en este apartado la abolición de la propiedad privada, la creación de un elevado impuesto progresivo, la omnipotencia del Estado y el igualitarismo entre todos los ciudadanos. Mediante estas medidas (dictadura del proletariado) los autores buscan la desaparición de las desigualdades de clase; y teóricamente, tras la superación de esta fase tendrá lugar el establecimiento de una sociedad libre y socialista en la que el poder político ya no sea necesario.
Literatura socialista y comunista. Entre la nebulosa de propuestas de tendencia izquierdista o socialista de la época, los autores del Manifiesto destacan varias tendencias:
Socialismo reaccionario, soportado por los pequeños comerciantes y campesinos que, viendo amenazada su supervivencia por la voracidad burguesa, se adhieren al comunismo para derribar al gran capital.
Socialismo alemán, desafortunada imitación de la literatura socialista francesa que queda relegada a una función meramente teórica e idealista, sin ningún valor práctico.
Socialismo burgués, entendido como la coraza de algunos sectores de la burguesía para resistir el empuje del proletariado. Según esta tendencia, la burguesía es una clase buena y necesaria para el proletariado.
Socialismo utópico, conjunto en el cual se enmarcan las corrientes de Saint-Simon, Robert Owen o Fourier, que no contemplan la lucha de clases como necesidad para llegar a un orden socialista.
Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición. Tras una enumeración de la situación del partido comunista en diferentes países europeos y en los EE.UU., los autores concluyen que el comunismo se posiciona en todos sitios enfrente del poder establecido y al lado de los revolucionarios, sean estos burgueses en un país feudal, campesinos en una nación burguesa, etc.
Después de publicarse en Inglaterra el texto apareció en toda Europa y en diversos idiomas: alemán, francés, inglés, flamenco, italiano, danés y ruso.
En el comienzo se inicia con un análisis evolutivo de la historia, según el materialismo histórico. En él, la historia es concebida como una ininterrumpida lucha de clases, caracterizada siempre por la lucha de intereses entre opresor y oprimido. (Ver en Hegel "dialéctica del amo y del esclavo"). Los señores feudales terminan con la modernidad, y la nobleza irá desapareciendo, paulatinamente, como consecuencia de la Revolución Francesa. De modo que las clases imperantes que han restado son la burguesía y el proletariado. La primera, con sus lejanos orígenes medievales irá agigantándose hasta peticionar por sus derechos políticos en el Siglo XVIII. El proletariado (que comprende también al campesinado dependiente) será la nueva clase oprimida, y que se irá conformando en amplitud a través de las Revoluciones Industriales.
La toma del poder político y del poder económico -apoderamiento de los medios de producción- será el proceso de la burguesía que llevará consigo la excavación de su propia tumba: el proletariado, llevado a una explotación inhumana y sin ningún tipo de consideraciones. A su vez la maquinaria lo transforma en un apéndice de ese medio de producción, en una figura alienada que ya no guarda un vínculo con el producto de su trabajo. Ofrece su trabajo como medio de intercambio, pero el capitalismo le paga, solamente, para su subsistencia, quedándose con la diferencia:la plusvalía.
Será esta alienación la que llevará a esta clase a la unión y a la lucha. A tomar en sus manos un papel revolucionario. Según el materialismo histórico, el proletariado, por un proceso dialéctico de corte definidamente hegeliano, estará destinado a transformarse en redentor del hombre en la historia.
Esa liberación significará la liberación de todos los hombres, incluyendo a los burgueses, que en la relación de "amo y esclavo" se encuentran como aherrojados por una fuerza que los excede y les quita la posibilidad de ser dueños de sí: esto es, no estar alienados, a su modo.
De este modo los pasos prefijados por el proceso histórico serán, en este orden: Derrocamiento de la burguesía como dueña del poder político y económico.Desaparición de la propiedad privada de los medios de producción. Supresión del sistema ficticio de "las libertades burguesas". Anulación del papel educativo de la familia, como ente sobrepuesto a los intereses de la comunidad. Abolición del Estado, como máxima superestructura de todas las ideologías conformadas por los intereses burgueses. Supresión de la religión como ideología de la clase dominante y promesa de un paraíso de ficción. Anulación de la moral de la burguesía, en la que se encuentran cristalizadas los intereses de esta clase.
En el pensamiento marxista, la revolución proletaria es una necesidad histórica, que supone un proceso ineluctable; pero no puede darse sin que antes se recorra el periplo total. Los países feudales, o en los que el feudalismo se encuentra enquistado todavía, de alguna manera, no están designados para iniciar la Revolución. Lo paradójico es que haya sido Rusia, un país semifeudal, el que en 1917, estableciera el primer estado socialista. Pero Marx ya no estaba para interpretar este proceso político y social aparentemente ajeno a las predicciones del materialismo histórico
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